12 de agosto de 2012

ESPAÑA: EL SILENCIO CÓMPLICE SOBRE LOS DESPILFARROS A TODO TREN DE LA EMPRESA FEVE


EMPRESAS

El dinero arrojado a la basura por Feve en Asturias durante la pasada etapa, con los socialistas en el Gobierno central, es un escándalo. Gastar 40 millones de euros en convoyes inutilizables, otro millón en el experimento de una máquina inservible propulsada por hidrógeno, destinar 800.000 euros a restaurar una locomotora histórica para una línea turística que ni siquiera llegó a crearse y agotar en un mes, justo antes de ceder el poder, el 70% de la inversión de todo un año constituyen una irresponsabilidad en el manejo del dinero público digna de una investigación judicial de oficio.

Son decisiones extravagantes que estimulan la sospecha. Aisladas de cualquier contexto serían un oprobio aun en el supuesto de que las finanzas de los ferrocarriles anduvieran boyantes. Cuando las toma el responsable de un grupo con una deuda superior a 500 millones de euros y que sólo genera ingresos por 45 millones de euros podríamos estar ante una negligencia fraudulenta en la que también los partidos deben tomar cartas. El presidente de Feve era un protegido del anterior presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, y miembro de su círculo leonés. Un filólogo metido a político que dirigió una caja de ahorros por la que ya tuvo un paso tormentoso debido a sus controvertidas operaciones.



Otras ideas fastuosas de idéntico tenor no llegaron por fortuna a consumarse. Con el aplauso del ministro socialista José Blanco, el mismo gestor propuso convertir la vía estrecha por la Cornisa en un tren de Alta Velocidad entre trincheras y curvas, algo de dudosa viabilidad técnica. Y poco después, colocar ancho métrico en el viejo trazado de Pajares para llevar carbón hasta La Robla (León). Ninguno de esos proyectos prosperó no sin incurrir en cuantiosos gastos para los estudios iniciales. Casos de enchufismo y nepotismo también han abundado. A un alto cargo autonómico socialista de un Ejecutivo anterior le hicieron el favor de ascender a un familiar directo y con la compañía hundida en el pozo un centenar de directivos, la mayoría por supuesto amigos, acabaron contratados con sueldos millonarios.

Alguien tiene que pagar por estas aberraciones. Los anteriores gobiernos del Principado guardaban silencio mientras el desastre estaba urdiéndose. Algunos directamente lo alentaron, quizá porque sintonizaban con la misma partitura de esta melodía megalómana. El ex presidente socialista Álvarez Areces, gran especialista en construir castillos en el aire, cuanto más caros, mejor, subió en seguida al tren. Fue juntar el hambre con las ganas de comer, porque algunos de los que hoy son flagrantes dispendios nacieron de ideas que él vendió como propias.

Ahí está ese tren-tranvía del área metropolitana, o tren-tran, que iba a unir los polígonos industriales del centro con las áreas de expansión urbanística, para el que se compraron las modernísimas unidades ahora desaprovechadas. Del plan sólo quedan las maquetas y la profusión de infografías con las que el entonces presidente regional atosigó a la ciudadanía en vísperas de unas elecciones. En lo del cartón piedra Areces se mostró un artista consumado. Su sucesora entonces en Gijón, Paz Fernández Felgueroso, ya heredó de su etapa de alcalde los dibujos de aquel monorraíl volador, como el de una futurista ciudad japonesa, que iba a reemplazar la barrera ferroviaria y que también presentó en la cuenta atrás de otra cita con las urnas.

Luego llegó Cascos al Principado prometiendo abrir las ventanas y hacer limpieza, y nada de esto denunció. ¿No se enteró por incompetente o no le interesó hacerlo público? ¿Prefirió, como en Sogepsa, salvaguardar las vergüenzas del arecismo?. El verdadero «pacto del duernu» es éste, por el que quienes más tienen que ocultar protegen su lado oscuro. El PSOE ha encontrado en Cascos el aliado más fiel para mantener el poder en Asturias. Como una anormalidad democrática, hay que considerar que en treinta años de autonomía la derecha no haya podido gobernar la región. Cada vez que está a punto de lograrlo, el ex «general secretario» que rompió con el PP aparece para despedazar a los conservadores y rearmar al socialismo.

Una empresa pública tiene escaso futuro, y nulo si antes que las necesidades de explotación prima en su gestión el capricho de los políticos. Las consecuencias del declinar galopante de Feve con estos devaneos son 148 millones de euros de pérdidas cada ejercicio y 2,3 millones de viajeros menos. Sólo a principios de la década de los noventa, cuando invirtió en mejorar la infraestructura y en buen material rodante, resurgió. El caso es que, con criterio y cabeza, aún atesora potencial para convertirse en un buen medio de transporte al servicio de los asturianos sin costar un ojo al contribuyente.

El nuevo presidente del Principado, el también socialista Javier Fernández, debe tener la valentía de admitir las torpezas de sus correligionarios y trabajar, el primero y el que más, por esclarecerlas. Porfiar, en cambio, por el populismo y la conveniencia partidista, en debates inútiles en torno al soterramiento de los tendidos férreos de Langreo o de Avilés, contribuye a mantener el engaño. Pasarán años antes de que cualquier Administración acometa obras así. Por honradez, no cabe otra cosa que hablar a los ciudadanos con franqueza y realismo.Lne.es

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